Textos, pensamiento
Generar poesía a partir de lo que está, de lo que es y hay en el espacio, sin escenografías, sin vestuarios, sin nada más que el cuerpo, el espacio y sus elementos, componiendo desde las relaciones espacio-personales. Dislocaciones, movimientos, leves desplazamientos de elementos, de un punto a otro, para construir, poéticamente, breves paisajes desde donde encontrarnos
Lo poético como posibilidad política
Sentir el cuerpo todo en relación al espacio en el tiempo.
El sonido del viento, el frío, olores,
lo festivo que vive el cuerpo con todos sus sentidos a la vez
Contexto
El paradigma de pensamiento lineal-occidental triunfante desde la colonia española. Sumado a esto el proyecto moderno con la idea de progreso devenido en construcciones culturales capitalistas, ha transformado las llamadas periferias del mundo, con sus propios patrones culturales, en espacios de pensamiento occidental-capitalista.
Las grandes crisis sufridas en el apogeo neoliberal nos enseñaron mucho, el semio-capitalismo como construcción de un paradigma que nos sesionó poco a poco hasta dejarnos desmembrados, alma-corazón-mente, hombres y países aislados donde éramos solo, el reflejo tardío de las acciones foráneas que nos decían a destiempo que hay que ha-ser.
La actual crisis económica en los centros dominantes (Europa-EEUU), los levantamientos en los países árabes, el cambio en el mapa geopolítico actual posiciona a Latinoamérica como alternativa a seguir, la creación de la UNASUR entre otras muchas acciones llevadas en conjunto por los países del sur del continente nos colocan ante un panorama que en los años 90 era impensable.
La mudanza del mapa geopolítico hoy deviene no solamente de cuestiones de estabilidad económica, sino también, del comenzar a revisar nuestros propios espacios, el patio de la casa que dejamos desordenado años atrás, ahora es fuente de inspiración y eje de mudanzas a la hora de proponer nuestro pensamiento. La violencia de la colonia y la seducción del capitalismo fueron dos armas que talaron hondo en todos nosotros.
La bifurcación sufrida en el arte donde, por un lado el mercado y la tradición se fueron en la construcción de objetos de contemplación y consumo y por el otro, el arte contemporáneo rompe el concepto de creación-construcción para proponer nuevas metodologías en las que el arte, comienza a ser una construcción de vivencias.
El arte pensado en Latinoamérica, en el sur del mundo, debe entonces, llevarnos a pensarnos, a dejarnos de frente con el espejo de nuestra historia. Ese pasado que se para delante nuestro para caminarnos. Es así, re-pensándonos, reconociendo nuestro tiempo, nuestra temporalidad que no necesariamente tiene que ser solo lineal, unidireccional, occidental.
Performance y tiempo
En las culturas andinas, el tiempo es inverso al occidental, la concepción temporal se construye circularmente, el futuro permanece atrás, pues no lo vemos y el pasado ante nosotros, caminamos sobre nuestra historia. En el oeste de África, los Wólof conciben el tiempo en dos: pasado y presente, ellos carecen de una noción de futuro pues este, no existe.
Al triunfar el paradigma de pensamiento occidental en nuestro continente, dejamos de percibir nuestras relaciones, el tiempo, la historia, desde una visión holística para pensarnos linealmente, fragmentadamente. En este sentido, el arte en tanto génesis occidental posee una concepción también lineal, pues el artista, dice su verdad para el otro. Las vanguardias artísticas no eran otra cosa que el adelanto en el devenir del tiempo lineal.
El performance, como medio, como metodología de acción desde donde abordar, dejando de decir un discurso explícito para generar, poco a poco, poéticamente, construcciones espaciales que aborden desde nuestro lugar, nuestras necesidades. Como generador de preguntas, acciones que nos llevan a re-pensarnos desde nosotros, dejando atrás al arte y al artista. El performance como medio de abordaje artístico contemporáneo, entendido como acción, como signos construidos a partir de cuerpos que significan, creando universos simbólicos reales, desde el sentir, desde la construcción de vivencias relacionadas constantemente con el otro, donde el otro es parte activa, necesaria, presentando preguntas, no discursos, sino, un espacio de silencio, un espacio generador de sentidos. Comenzando a definir una forma de arte que por su propia naturaleza presenta y relaciona cuerpo-espacio-cuerpo en el tiempo. Se autoconstruye bajo elementos circulares, holísticos, alejándose de la linealidad para ser un arte que nos genera preguntas en silencio, un arte que se define y es, a partir de las construcciones de nuestras propias necesidades políticas y culturales.
La concepción holística de nuestras culturas, la complejidad como paradigma de pensamiento, las relaciones que establece el arte, esas relaciones acción-espacio-tiempo, la intersubjetividad que se genera cuando encuentra, cuando nos encontramos. Dejando el discurso para proponer sentidos, paisajes poéticos que son oasis en el devenir cotidiano de las ciudades, lugares de encuentros con el otro, pero por sobre todo, con uno mismo. El arte, comienza a dejar de ser objeto para ser vivencia, dejando de importar la obra y el artista, donde la vivencia, el acontecer, las relaciones están por sobre la obra comenzando a ser silenciosamente todas estas, la obra.
Perpendicular
El porqué de la poesía en tiempos de cólera
El abordaje masivo, visual, comunicativo en los espacios urbanos, los medios de comunicación, la virtualidad e inmediatez en el cotidiano de las urbes comienzan a saturar violentamente los espacios, dejando poco o nada de lugar para el silencio, para la reflexión. La violencia como constructora de eventos a partir de la utilización de los medios de comunicación nos lleva a la generación de patrones culturales violentos. La oferta y consumo exacerbado de “noticias” que giran en torno a cuerpos mutilados, cadáveres y muertes son el plato preferido de servir y consumir perpetuando una acción mecánica que naturaliza la deshumanización.
La necesidad de abordar nuestros cotidianos a partir de la ruptura de estos patrones violentos, de mensajes unidireccionales para tejer espacialmente, sutilmente, acciones que busquen la recuperación de la poesía en la rutina de las ciudades. La creación de paisajes poéticos como una estética sin discurso, componiendo, generando sentires capaces de modificar las relaciones espaciales-humanas bajo la creación de vivencias que besen, que abracen en nosotros sensiblemente, con un arte que deje de hablar para dejarnos silencios en medio de tantos ruidos. La construcción de espacios poéticos como lugar para la recuperación del rito del encuentro, como espacio necesario para el ser. El silencio como gesto a partir del cuerpo en acción, no solo el cuerpo del artista, el cuerpo que encuentra y se encuentra, que nace desde la relación del signo, y así, la obra, el arte, se trasciende a sí misma para ser un todo parido por las relaciones, que entiende como fundamental, como acto generador esencial, al ser humano, al encuentro.
Cuando hablamos de arte de acción pensamos rápidamente en cuerpo como soporte de esa conciencia espacio-temporal que el cuerpo experimenta. En ese punto cabe aclarar que no hablamos de esa concepción cesionista cartesiana sino, de la convivencia de todos esos elementos como uno, donde transitamos vivamente, siendo el performance, ese momento de conciencia del espacio y del tiempo, del devenir como plataforma y lugar sentido del cuerpo.
A partir del encuentro PERPENDICULAR, abro una posibilidad estética, me encuentro (encontros na cidade) con elementos dispuestos en un determinado espacio (contexto) y abordo, la posibilidad de construir acciones teniendo como premisa solo los elementos del lugar en relación a mi cuerpo. Este consentido permite pensar el arte de acción como metodología a partir de la cual construir relaciones espaciales entre los elementos, el cuerpo/s y el espacio-tiempo.
La acción abrazo realizada en el marco del encuentro de performance PERPENDICULAR, encontros na cidade responde a esta necesidad de construir acciones artísticas a partir de las relaciones espaciales que desde el cuerpo comienzan a tejerse con los elementos existentes previamente. Esa capacidad de análisis, de lectura y relación espacio-temporal tomada como hecho creativo-relacional compositivamente, sin invadir, sin quebrar o violentar el espacio común, el cotidiano del otro.
La posibilidad de construcción que nazca de las relaciones de los elementos que ya existen en el espacio, estas construcciones forman parte de un accionar que disloca, corre del lugar primero los elementos para reacomodarlos y generar pequeños paisajes como gestos, o micro gestos poéticos que resignifiquen o signifiquen el lugar.
Generar poesía a partir de lo que está, de lo que es y hay en el espacio, sin escenografías, sin vestuarios, sin nada más que el cuerpo, el espacio y sus elementos, componiendo desde las relaciones espacio-personales. Dislocaciones, movimientos, leves desplazamientos de elementos de un punto a otro, para construir poéticamente, breves paisajes que convoquen al encuentro.
La posibilidad del hecho artístico tomando, abordando, pensando el espacio público, como gesto político a través del cual re-pensarnos en nuestro espacio-tiempo. El arte como ese gesto capaz de modificar los cotidianos mediante construcciones poéticas. Un hecho estético con talante político que construye y es cuerpo presente vivo, cuerpo social que encuentra.
Generar así, colectivamente acciones estéticas que permitan la construcción de ese hecho, parta necesariamente de una lectura de los elementos ya existentes, sin violentar ni alterar la energía del lugar negativamente. La cultura Mapuche, es, en la construcción de esta relación, un referente por su arraigada conducta tendida en un canal de ida y vuelta con la energía del espacio y sus elementos, así, las y los mapuche buscan al retirarse de un espacio, dejarlo sin haber violentado el lugar. La abuela María Cona del Jacobacci hablaba al llegar a una laguna en la Patagonia Argentina:
“Por favor, no arrojen piedras ni hablen malas palabras. Estamos aquí de paso, el lugar guarda una energía, debemos irnos de aquí y la laguna debe continuar tranquila… como estaba cuando llegamos”.
La dislocación, el corrimiento, los breves desplazamientos de un punto a otro, las relaciones de un cuerpo no cartesiano sino holístico con el lugar – no lugar. El encuentro-relación vivencial del cuerpo con el espacio todo, sonidos, lluvia, frio o calor, ruidos, pasos, movimientos, silencios. Todo un acontecer que comienza a construir y significar la acción, para ser la acción. La generación de vivencias que posibiliten un lugar para la reflexión colectiva a través de la construcción de paisajes poéticos en el espacio urbano. Relaciones realizadas a partir del cuerpo emplazado conscientemente en un lugar. La acción como micro gesto político desde donde abordar generando sentidos que interpelen como construcciones significativas para el otro. Un accionar silencioso, simple, que moviliza y disloca.
Accionando desde una metodología de composición urbana capaz de construir desde la apropiación y relación espacio-objeto-tiempo situaciones, circunstancias de encuentro, donde el otro comienza a ser partícipe y realizador de una obra que deja de ser objetual, contemplativa y escénica, donde el otro ya no especta, no espera. Siendo el hecho artístico la construcción de una vivencia la cual esta por sobre cualquier otra cosa. La vivencia como situación, como lugar de creación colectiva y sentidos. Capital intangible desde donde proponer cambios estructurales en nuestra sociedad. Ese hecho artístico que se supera a sí mismo en formas, para ser lugar de reflexión.
Lo efímero
Cuando nos sumergimos en arte contemporáneo nos vemos inmersos en un sinfín de obras de carácter efímero. Siendo estas acciones de una breve temporalidad. Si abordamos el arte como la generación de sentidos, como la construcción de universos simbólicos, este elemento de brevedad comienza a desdibujarse cuando lo que importa en la obra no es ésta, sino lo que ella genera, siendo esto un elemento que trasciende la concepción temporal y al mismo hecho estético. Entonces la obra, al ser concebida no como objeto ni acción sino como las relaciones que se establecen a partir de ella, superando las disciplinas y las formas, ¿Puede ser caracterizada y pensada como efímera?, si su esencia trasciende al generar sentidos en ese otro.
La construcción de paisajes poéticos como política de lo público, el abordaje compositivo para la construcción de silencios en los cotidianos, para detenerse y reflexionar sobre nosotros, como elementos relacionales de un espacio mucho más amplio que no es otra cosa que nosotros mismos. Aquí el arte, es parte y fundante de una nueva forma de ver y concebir el mundo. Nuestro pequeño mundo cotidiano que nos atraviesa para ser y hacer de nosotros a la vez que hacemos de él. El arte, el performance en el espacio público, lo performático de una obra como acción política, desde lo real donde plantearnos los silencios necesarios en el detenerse, para después del día, cerrar los ojos tarde en la noche, y sentir aquello que aconteció y aún acontece en nosotros después del encuentro con ese pequeño hecho estético, político. No es más que una excusa para construir, ser y hacer mejores cosas de nosotros, del mundo. Siendo así, la obra modifica, genera, nunca termina.
La construcción del paisaje poético
La aceleración de las ciudades, ese cotidiano de imágenes que saturan nuestro paisaje inmediato, ese paisaje que nos contiene y sobre el cual nos desplazamos sin detenernos, sin ver, sin respirarlo. El movimiento, las olas de desplazamiento que van de norte a sur, de sur a norte de las ciudades, los buses cargando cuerpos que bajan y suben, puertas que se abren y cierran a las 8 a las 13, a las 16, 30 minutos de almuerzo, dos horas de bus a la casa y así el diario nuestro que nos puebla.
El arte, cuando deja de ser objeto de contemplación, cuando comienza a relacionarse, permite que la observación del hecho, la mera contemplación que desencadena una reacción - reflexión, un detenerse en el cotidiano, modifique al hecho artístico en sí. Así, cuando se construyen paisajes poéticos en nuestro devenir, espacios de silencio, para detenerse y respirar. El arte comienza a ser una apuesta política a través de la cual preguntarnos cosas, lo que sentimos internamente. Cuando hablo de arte, hablo de política, de política en la utilización de espacios públicos, de la generación de universos simbólicos que van calando hondamente para construir nuestras culturas.
El arte como gesto, como acción sutil desde donde preguntarnos y preguntarse ya no desde ese discurso que va de un punto construyendo una recta que termina ahí mismo, sino, como un círculo que se abre y vuelve abrirse, y nos intima, nos busca para mirarnos de frente y de costado y desde todos los lugares siendo ese pequeño gesto, aquella acción detonadora de poesía constructora de nuevos universos donde detenerse para abrazar y ser, olvidándonos del arte y el artista, hablando de lo humano, lo simple, sin otra cosa que la simpleza del abrazo y el escucharse. Así el arte como gesto, como política de lo poético puede generarnos y generarse hoy.
El mundo que nos rodea, ese espacio en el que nos movemos, nos desplazamos, con sus signos esperando, comunicando en silencio, generando quietamente, es fuente desde donde trabajar compositivamente para realizar acciones, paisajes de carga poética sin violentar el espacio, partiendo de este para detenernos y evidenciar nuestra existencia, desde la construcción de vivencias que no son otra cosa que la puesta en valor de un signo cotidiano, ahora, estéticamente generado para compartir con nosotros.
Todo es, todo puede ser arte pero esto no importa, lo que vale en realidad es todo ese acontecer que genera, nos genera, nos hace simplemente, complejamente. La composición de paisajes como acciones simples, sensibles en el devenir de las urbes, como gesto político para humanizar ciudades.
Despedida
Más que afirmaciones, estos, comienzan a ser cuestionamientos que intentan trascender el espacio de las definiciones y disciplinas para pensar el arte como una metodología de creación colectiva que nos permita reflexionar sobre nosotros mismos a partir de signos estéticos espacio-temporales que involucren sentires ontológicos en su construcción, siendo estos, generados poéticamente como abordaje sensible en el espacio urbano donde lo holístico es entendido-sentido. Desde ahí, la intersubjetividad se vuelve cotidiana y la concepción de totalidad comienza a ser nuestra mientras vamos tejiendo entre las divisiones occidentales que durante siglos tendieron a separarnos. Así vamos construyendo un inmenso tejido, antiguo, uniendo las partes que un día fueron quebradas violentamente, como un mar de hielo que se separa y en el movimiento del devenir de la historia se alejaron. Hoy nuestra tarea como artistas es tejer, unir esas partes comenzando a armar ese inmenso tejido separado por siglos. Componer a través de la generación de sentidos, de universos simbólicos, que nos permita generar cambios estructurales en nuestra cultura que fue fragmentada, pero a través de las nuevas tramas que vamos haciendo en medio de tanto camino, se dibujan nuevos sentires que ven al hombre en relación a su otro y al contexto. Como lugar de reflexión y construcción de una gran acción que se trasciende a sí misma, pero a la vez, deja de importar.